Julio César Caballero M. *®® Caballero pregunta
Al poder político le cuesta mucho aceptar la existencia de un gremio que sea capaz de hacer públicas sus debilidades y adopte, cuando es necesario, una postura crítica frente a sus errores. Aquéllos que en su momento fueron dirigentes de base que deambulaban por las redacciones de los medios o buscaban cobertura informativa cuando se movilizaban o bloqueaban carreteras en nombre de sus movimientos sociales, poco después fueron los mismos que, una vez en el poder, destruyeron la estructura institucional republicana.
En ese momento histórico del pasado reciente, los comunicadores eran vistos por estos líderes sindicales como útiles a la causa. En la pluralidad de opiniones y líneas editoriales, los medios dieron cabida en democracia a todos los actores que reclamaban un espacio para difundir sus causas, sus puntos de vista de la coyuntura. Cuando en enero de 2002 los partidos políticos, en ejercicio de la democracia pactada, articularon la expulsión del Parlamento del entonces diputado Evo Morales Ayma, los comunicadores dieron una nutrida cobertura al tema, amplificando con sus publicaciones los efectos provocados por este hecho, hasta conseguir la atención de toda la sociedad civil de entonces. Incluso por ello, muchos periodistas que defendieron principios democráticos estropeados por la mayoría circunstancial de ese Parlamento fueron calificados de parcializados por los políticos que orquestaron la trama.
De ahí que no siempre fueron “enemigos”, “la mejor oposición”, “pollos de granja” o, ahora, “vuvuzelas de Sudáfrica” para el señor Presidente del Estado Plurinacional. Mientras se construía el proyecto político, mientras se consolidaba la hegemonía, los reporteros, incluso los que sin importar las frías mañanas paceñas hacen guardia para cubrir desde Palacio Quemado, eran ‘tolerables’ a pesar de ser incómodos preguntadores. Ahora, con el avance hegemónico sobre los poderes del Estado, incluido el Judicial, la relación con la prensa cambió. La comparación que hizo el primer mandatario de los periodistas con las trompetas plásticas utilizadas por los aficionados para animar a sus equipos en el Mundial es apenas la anécdota, ya que las amenazas sobre las libertades de expresión y de información están de fondo. El poder político totalitario no necesita de la prensa libre, peor aún la contestataria, para los ‘cambios en democracia’ que suponen avances y conquistas sociales.
Periodistas sentados en el banquillo de los sospechosos, líderes de opinión presionados por sus propios medios para suavizar la línea editorial y las agresiones de los movimientos sociales a reporteros conforman una realidad que, poco a poco, ha sido una práctica que bordea los límites del intento de ‘amedrentamiento’ a quienes se declaran librepensadores.Si los periodistas somos vuvuzelas, quizá podríamos amplificar mejor el sonido de las denuncias sobre la violación a nuestros derechos fundamentales, alertando a la comunidad internacional sobre lo que puede venir en este país si las cosas siguen el camino crítico que están recorriendo.
* Periodista y cientista jurídico
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