12.04.2012

La mirada imprescindible del corresponsal de guerra, no la sustituye la tecnología

El valor del testimonio periodístico sobre el terreno se mantiene vigente pese al alto coste en vidas y la inmediatez de las redes sociales

Una niña moribunda es evacuada en Sarajevo (Bosnia-Herzegovina) por personal sanitario en octubre de 1993. / Gervasio Sánchez

El periodismo atraviesa un momento crítico acosado por los efectos de la crisis económica y los problemas de los medios en la adaptación a las nuevas tecnologías. Sin embargo, el valor de la información sobre el terreno en los conflictos internacionales sigue más vigente que nunca aunque los sueldos hayan menguado y las redes sociales contribuyan a canalizar informaciones in situ pero a veces difíciles de contrastar. El testimonio de los reporteros de guerra en las contiendas de Libia y Siria ha sido fundamental para conocer su desarrollo y sobre todo para dar cuenta de los excesos y los padecimientos de la población civil. Para algunos de sus protagonistas, el precio, como casi siempre, ha sido demasiado alto. En ambos conflictos han muerto periodistas. Los últimos: la estadounidense Marie Colvin y el francés Rémi Ochlik, víctimas de la artillería siria.
Solo en la cobertura de la 'primavera árabe', según el último informe de Reporteros sin Fronteras, han muerto once profesionales de los medios de información, entre ellos reconocidas figuras de la prensa internacional. Uno de los mejores reporteros de guerra españoles, Mikel Ayestaran, lo describe así en su blog: "la artillería de Al Assad no sabe si eres un fotógrafo 'freelance' de 29 años o si te envía 'The Sunday Times' y llevas treinta años cubriendo conflictos por el mundo. Mata y punto. Todos los que entran en la zona de fuego saben que tienen los mismos boletos".
Además de arriesgar la vida para estar allí y dar testimonio, la forma de contarlo marca diferencias. En unos escenarios donde el horror y la potencia de las imágenes pueden llevar con facilidad al tremendismo y al puro efectismo visual, solo algunos son capaces de transmitir algo más que permita sortear la anestesia de un espectador cada día más saturado por imágenes impactantes. Uno de ellos es Gervasio Sánchez, quien estos días expone en Madrid un resumen antológico de su andadura por los escenarios más convulsos del mundo en estos últimos 25 años. Recorrer la exposición no es ningún divertimento. Es asomarse a lo más abominable y atroz de lo que es capaz el ser humano, pero también hay lugar para la esperanza y la ternura, para la lucha por recuperar la dignidad y la propia estima. Igualmente recomendable es la lectura de los textos que acompañan a los cinco bloques de la exposición, fieles a la personalidad del autor. Nada pretenciosos, emocionantes, cargados de buen periodismo y de generosidad.

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