5.10.2012

El Día del Periodista

Tuffí Aré/ EL DEBER/ Secretario de Libertad de Prensa de la APSC
El 10 de mayo de 1865, Mariano Melgarejo mandó ejecutar al periodista Cirilo Barragán por un artículo que molestó a su dictadura. El 10 de mayo de 1938, Germán Busch decretó el Día del Periodista. Con su medida se daba el primer paso para reconocer esta actividad como una profesión y se validaba el derecho a la jubilación.


Dos conductas distintas del poder político respecto a un oficio imprescindible para la democracia, paradójicamente en la misma fecha. Una actitud tirana y, por otro lado, un gesto de tolerancia. Bolivia ha tenido en su historia varios Melgarejos, pero también algunos Busch. La prensa se enfrenta cada día a muchos tiranos, pero también interactúa con algunos demócratas.

La prensa no es por sí sola buena ni mala. Depende cómo se la practica. Como en todo el mundo, Bolivia tiene buenos y malos periodistas. Estos también se relacionan con buenos y malos gobernantes. Para practicar una buena prensa se necesita vocación más que casualidad. Hay periodistas que viven y hasta mueren por el oficio. Los hay también los que lo ejercen por casualidad, es decir porque no tienen otra alternativa de empleo y lo abandonan ante la primera oferta laboral. Estos últimos no tienen vocación.

La buena prensa se ejerce en el marco de ciertos presupuestos éticos. El buen periodismo asume derechos, pero también obligaciones. Generalmente escucha, registra y difunde las demandas del ciudadano común. En cambio, la mala prensa asume que tiene licencia para todo y confunde la libertad con el libertinaje. La prensa cuestionada refleja más a las élites políticas y económicas. Convive y termina seducida por ellas.

El buen periodismo modera la confrontación. El malo la enciende. El bueno denuncia las injusticias. El malo las esconde o prefiere la comodidad del silencio. El verdadero periodismo arriesga, el otro se somete.

No estamos en los mejores tiempos para ejercer el periodismo en el mundo. Muchos buenos informadores transitan estos días por el umbral de la cárcel e, incluso de la muerte, por buscar y difundir la verdad. Cada semana suman los mártires de la libertad de prensa.

Desde una posición más tranquila, muchos periodistas bolivianos nos jactaremos como todos los años en este día de practicar ‘el mejor oficio del mundo’ y nos sentiremos muy halagados con los adulos de los que necesitan quedar bien con nosotros. La fecha debe sin embargo servir para reconocer los defectos del ejercicio profesional.

En Bolivia el oficio es cada vez más informal. Los comediantes y modelos han desplazado a los periodistas profesionales de las pantallas, de los micrófonos y de las redacciones. La farándula copa el espacio que cede la información de calidad. La precariedad en la práctica es otra debilidad. Con periodistas mal pagados, mal formados y mal descansados, la buena prensa pierde. La autocensura es otro de los males de estos tiempos. Que este día de festejo sirva para reflexionar.

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