Luis Arce Gómez (arriba) fue sentenciado por la masacre de la calle Harrington y otros delitos.
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La Razón (Edición Impresa) / Ricardo Aguilar / La Paz
“Es inútil ametrallar a las montañas”, se lee en el
memorial del Cementerio General a los caídos en la masacre de la calle
Harrington, a quienes se recuerda hoy, a 34 años de haber sido asesinados por
agentes de Luis García Meza y Luis Arce Gómez.
Artemio Camargo, José Reyes, Ricardo Navarro, Ramiro
Velasco, Arcil Menacho, Jorge Baldivieso, José Luis Suárez y Gonzalo Barrón,
todos miembros de la Dirección Nacional del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), fueron acribillados por miembros de las Fuerzas Armadas.
José Coco Pinelo, militante del MIR a quien los días
posteriores a la masacre se encomendó hacer la investigación interna de los
hechos, también debía participar en esa reunión del 15 de enero de 1981 en la
calle Harrington.
Pinelo había ingresado al país en la clandestinidad y
estaba oculto en una casa de la calle 15 de Calacoto, propiedad de unos
militantes que nunca quisieron publicar su adscripción. Se reincorporaría a la
militancia justamente en la reunión que tendría lugar a las 17.00 en la
Harrington. Paralelamente, habría otra cita en el parque Uruguay (actual
mercado Uruguay).
Los resultados de la investigación interna que hizo
Pinelo concluyeron que el campesino A.A., hijo de un miembro del Bloque
Campesino del MIR y encargado de cuidar la oficina del partido de la Mariscal
Santa Cruz, era el agente infiltrado que dio a conocer que ese 15 de enero
habría una reunión de la dirección nacional del MIR, sin embargo, las FFAA aún
no sabían del lugar.
“Ni Gregorio Andrade ni Gloria Ardaya (sobrevivientes de
la masacre) tuvieron nada que ver con esto, sino este otro compañero A.A.,
quien pasó la información”. “Estábamos infiltrados”, lamenta. La investigación
interna llegó a la conclusión de que como las FFAA no tenían la dirección de la
reunión, montaron tres operativos. Uno en la calle 15 de Calacoto, donde se
ocultaba Pinelo.
“El infiltrado conocía esa casa”. El agente hizo
seguimiento la mañana del 15 de enero al miembro de la dirección nacional
Gregorio Andrade. Lo siguió hasta la calle 15. “Ahí montaron el primer
operativo de seguimiento”.
A esa casa luego llegaron tres de los militantes para
recoger a Pinelo y Andrade, y dirigirse a la cita de la calle Harrington
(Navarro, Velasco y Suárez, quienes luego fueron masacrados). No obstante, la
dueña de casa se opuso a que Pinelo asistiese: “Acaba de llegar, todavía no
está seguro en su lugar de trabajo en la clandestinidad” le dijo. Pinelo nunca
olvidó esas palabras. “Entonces dije que iría a la reunión del parque Uruguay.
A eso también se negaron todos”. Entonces, los políticos partieron de Calacoto
seguidos de los agentes de la represión.
“Les quedaba dos hipótesis: una, que la reunión sería en
una casa de Alto Obrajes que tenían fichada”. Esta opción fue desestimada al
ver que los objetivos de la dictadura se alejaban de ese barrio. Entonces
vieron que se dirigían hacia la Harrington, donde había una casa que también
tenían bajo observación. “Veinte minutos antes de que lleguen a la reunión los
compañeros, las FFAA ya estaban rodeando la Harrington. Gloria Ardaya
(sobreviviente) se salva porque llegó antes que los militares”, relata.
La reunión se instaló. No obstante, Andrade la abandona
para asistir al encuentro del parque Uruguay (al cual también asistió A.A.).
Cuando llegó Andrade, los detuvieron, y el infiltrado, al ser golpeado, dijo a
los agentes: “Trabajo para ustedes” y sacó una credencial que lo vinculaba con
los militares.
El infiltrado pagó cárcel por estos hechos; sin embargo,
Pinelo asegura haberlo visto en la calle, aunque desconoce si salió libre por
haber cumplido su sentencia o por efecto de alguna irregularidad. La balacera
en la Harrington se inició entre las 17.00 y 17.30. Andrade fue torturado hasta
que decidió llevar a los militares a la Harrington. “Nadie aguanta una tortura,
sin embargo, cuando llegaron, la masacre había terminado”.
Casi el total de la dirección del MIR había sido
asesinado. “No sucedió algo así en toda Latinoamérica. Que toda la directiva de
un partido sea exterminada”, lamenta la exmilitante del MIR Erika Brockmann.
Treinta y cuatro años después, ella recuerda a los asesinados: “Los ocho son un
emblema de la democracia”. Hoy a las 10.00 habrá un acto de la UMSA en el atrio
del Monoblock central para recordar esos trágicos hechos
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