6.14.2016

Pedro Rivero Mercado hizo de su diario la conciencia de Santa Cruz

Con el director de EL DEBER muere el testigo de una época, la de los cruceños que transformaron el pueblo en ciudad con el sudor de su frente. Surgió de la pobreza y cuando pudo ayudar no dudó en tender la mano
Solía pasar unas 10 horas al día en su oficina de EL DEBER. Allí escribía sus obras y los editoriales
Solía pasar unas 10 horas al día en su oficina de EL DEBER. Allí escribía sus obras y los editoriales
Cuando un periodista terminaba de esculpir su nota sobre el papel sábana, comenzaba el ritual. Primero debía arrancar el texto de los rodillos de la máquina de escribir de color negro y después armarse de valor para mostrársela al director. Sentado en su escritorio austero, Pedro Rivero Mercado, detrás de una máquina color verde agua que había perdido la pintura en los extremos del teclado, miraba a través de unos lentes gruesos, de pasta. Tomaba la hoja amarillenta, la leía con atención y luego decía: “Eso que usted escribió no es así. Es de esta manera. Recuérdelo para la próxima”.

Pedro Rivero Mercado no corregía, daba lecciones al par de periodistas que trabajaban con él en un periódico moribundo, destinado a ser comido por un monstruo que se llamaba El Mundo. Ante la fuerza del matutino, fundado por los empresarios privados ya habían claudicado El País, La Crónica y Progreso, los tres diarios artesanales que competían con EL DEBER. Las cuentas estaban en rojo, los anunciantes preferían el color de la rotativa de El Mundo al negro mortuorio de EL DEBER.

Pero Pedro Rivero Mercado era terco. Quemaba su vista revisando una a una las notas que se publicarían al día siguiente, incluido los necrológicos. A veces, también, tenía que escribir el horóscopo. Eso sí, sabiendo que es más fácil ver la paja en el texto ajeno que la viga en el propio, no publicaba un solo editorial sin que Luis Antelo, su amigo y corrector, lo leyera antes.

Así era Pedro Rivero Mercado, el segundo de los cinco hijos de Guillermo Rivero Arriaza y Blanca Elena Mercado; el niño que se crio entre los barrios San Roque y San Francisco; el buen alumno de la escuela Obispo Santistevan que quedó huérfano a los 11 años, cuando su padre, el diputado de la Convención de 1938, no se pudo recuperar de la afección que lo siguió desde La Paz. Así era el adolescente Pedro Rivero Mercado, fundador del satírico El Tijeretazo en el Nacional Florido, el enamorado de Rosa Jordán, a la que le escribía poemas antes de salir bachiller, en 1950, y le mandaba cartas infinitas en su año de ‘exilio’ en Cochabamba, cuando trató de estudiar Medicina.

Era el mismo Pedro Rivero Mercado al que Rosa le dio el sí un 21 de febrero de 1953 y que trabajaba como maestro en la escuela nocturna mientras estudiaba Derecho en la Universidad Gabriel René Moreno. Fue el mismo hombre que trabajó en EL DEBER, en 1953; que fue reportero y luego jefe de redacción en Progreso, en 1961; el que fundó y dirigió con otros jóvenes el Diario del Oriente, en 1965, y el que refundó, mantuvo e hizo grande a EL DEBER en su segunda época.

También, Pedro Rivero Mercado era el hombre adulto, padre de cinco hijos, que estaba pensando muy en serio aceptar una propuesta que los empresarios creían que no podía rechazar: convertir a EL DEBER en un vespertino, a cambio que El Mundo se lo imprimiese. Sus problemas económicos desaparecerían al mismo tiempo que su independencia.

“Rosa me dijo que no lo aceptara, que no los iba a aguantar ni un mes. Ahí solicitamos un crédito a un banco muy cruceño y nos lo negaron porque ellos eran accionistas de El Mundo. Fue el Banco de Cochabamba que nos hizo el préstamo a sola firma.

Desde ese momento hice un trato con Rosa: nunca enterarme de la situación económica del periódico”, contó sentado en un sillón de cuero en una oficina amplia, en la que había un escritorio tan grande como una mesa familiar, en la que no había un solo centímetro cuadrado libre de papeles, libros o fotos familiares.

Era marzo de 2000 y EL DEBER era ya un monstruo con 300 trabajadores. Él ya era un mecenas laureado, un escritor de poemas y estaba a punto de convertirse en novelista, pero no había roto su trato con Rosa, todavía no sabía cuál era la situación económica de su empresa. De eso, de cuidar el dinero, se encargaban las mujeres de la familia, mientras que los varones cuidaban la redacción.

Un innovadorRosa Jordán supo leer a Pedro Rivero Mercado incluso antes de casarse con él. Por eso sabía que no servía para médico, que lo suyo eran las letras. “En el colegio ganaba concursos de poemas, dirigía periódicos, me dedicaba poesías. Por eso creo que él escogió bien su profesión, que hizo bien al estudiar Derecho y dedicarse al periodismo”, contó.
Pedro Rivero Mercado nunca le escapó al trabajo.

Así lo recuerda su hermano Marcelo, su yunta en una niñez difícil en la que no bastaba con ir a hacer las compras, sino también había que cocinar para toda la familia, una herejía en la sociedad machista de la primera mitad del siglo XX.

Cuando comenzó a dirigir EL DEBER, Pedro Rivero Mercado combinaba su negocio con otros tres trabajos: era secretario de la Federación Médica, funcionario de la Cámara Junior y secretario privado de Ramón Darío Gutiérrez, fundador de San Aurelio y el hombre más acaudalado de Santa Cruz por ese entonces. Lo recuerda Elvio Montero, su fotógrafo y escudero de esas andanzas. “Comenzaba a trabajar a los cinco de la mañana para don Ramón Darío Gutiérrez, un viejo frega’o, pero lindo. A las diez ya estaba en EL DEBER, que funcionaba en la esquina de la Bolívar y Beni”.

Elvio lo describe como un tipo estricto, “como debe ser todo hombre que quiera triunfar en la vida” y fue testigo del nacimiento de Sociales. Eran épocas de vacas flacas. La publicidad se escurría hacia El Mundo y Pedro Rivero Mercado decidió festejar su cumpleaños. Organizó un almuerzo en el jardín botánico e invitó a toda la sociedad cruceña de ese tiempo, a sus amigos. No faltó nadie.

Elvio Montero fotografió a cada grupo de gente y al día siguiente se publicó una página solo de fotografías con un montón de pequeños rostros en cada una de ellas. El periódico comenzó a venderse más y las páginas de Sociales se convirtieron en dos, luego en cuatro y después en ocho. También Elvio Montero fue testigo cómo Pedro Rivero Mercado aprovechó la euforia de los juegos Odesur de 1978 para una nueva sección, Deportes. La dirigiría su hijo, Pedro Fernando (Choco), que acababa de volver de estudiar de Argentina.

A cargo de la redacción ya estaba Willy (Guillermo), su primogénito, que junto a Jorge Arancibia eran encargados de cazar noticias. En Sociales quedó María del Rosario (China), la mayor de sus hijas, mientras Sonia (Negra) vivía colgada del teléfono, hablando con gerentes de empresas que preferían publicar en El Mundo, para convencerlos de apostar por EL DEBER. Juan Carlos (Cacho), el surrapo, todavía era un alumno del colegio Marista y pronto partiría a EEUU para graduarse de ingeniero. Ni así fugaría del negocio familiar. Volvió en los 90 y comandó las transformaciones del diario tradicional a uno acorde con el fin de siglo.
Ya para ese momento Pedro Rivero Mercado era parte de la historia. EL DEBER no era un periódico que se editaba en dos cuartos, sino en un edificio de cinco pisos. Ahí sintió que era momento de devolver. Financió discos, compró cuadros, construyó y equipó bibliotecas en barrios cruceños y de El Alto, editó libros ajenos y aceptó ser embajador de Bolivia en la Unesco. Fue a principios de siglo y se sentía en la necesidad de mostrar Bolivia en París. Quería llevarse el Carnaval de Oruro, una diablada a las calles de la vieja capital del mundo. Cuando las fraternidades no se pusieron de acuerdo, decidió llevarse a Santa Cruz a la Unesco.

Primero dejó escuchar las cuerdas de Piraí Vaca, luego dejó ver las obras colorinchis de Ejti Stih y Mamani Mamani. Invitó un bufé de majadito intercultural, con charque de llama, y a las cenas se ‘colaban’ los mendigos de la ciudad luz. La Quincena de Bolivia en París terminó mostrando que Bolivia tenía alta costura con las creaciones de Tery y Keni Gutiérrez desfiladas por Las Magníficas al son de la música misional encarnada en la Orquesta y Coro de Urubichá. Los jóvenes guarayos le tenían una sorpresa.

Cuando acabó la música solemne, sumaron un tambor chiquitano a los instrumentos europeos y sonó ¡Ay!, Surazo, el carnaval de Percy Ávila y a Pedro Rivero Mercado le picaron los pies. Abandonó la solemnidad, recordó la fiesta del 17 de agosto de 1948 en la que enamoró a Rosa Jordán y la invitó a bailar. Allí, en el escenario enorme, tan alto como un edificio de tres pisos, Pedro y Rosa llevaron el Carnaval cruceño a París. Así, solemne e impredecible a la vez, era Pedro Rivero, el hombre que hizo grande al diario que se transformaría en la conciencia de los cruceños

Cronología

1931
19 de octubre
Nació Pedro Rivero Mercado, el segundo de cinco hijos del matrimonio entre Guillermo Rivero Arriaza y Blanca Elena Mercado.

1948
17 de agosto
Pedro Rivero Mercado conoce a Rosa Jordán Amelunge en un cumpleaños. Solo se separarían un año, cuando Pedro Rivero Jordán se fue a Cochabamba para estudiar Medicina.

1950
Noviembre
Se gradúa como bachiller del Colegio Nacional Florida. Allí dirigía el periódico El Tijeretazo.

1953
21 de febrero
Se casa con Rosa Jordán y comienza a estudiar Derecho en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno. De su matrimonio nacerían luego Guillermo Edmundo (Willy), Pedro Fernando (Choco), María del Rosario (China), Sonia Teresa (Negra) y Juan Carlos (Cacho).

1965
11 de febrero
Asume la dirección de EL DEBER, tarea que lo mantuvo ocupado hasta su muerte, la madrugada del 13 de junio de 2016.

1984
En verso
Ya había publicado Una vez al año, pero se lanza en solitario con Las cien mejores poesías de Gustavo Adolfo Baca. Le seguirían Las bienandanzas de un Quijote cruceño (1985), Las tres perfectas solteras (1987), Pataperreando (1988), Por hacer macanas (1990), Más allá del fin de los siglos (1995), Las palomas contra las escopetas (1988).

1987
21 de febrero
El Gobierno de la Nación le impone la máxima condecoración, medalla El Cóndor de Los Andes. Entre más de un centenar de otras distinciones, se destacan: Medalla al Mérito Municipal (1991), Premio periodismo y Cultura (1994), Bandera de Oro del Senado Nacional (1986), Premio Nacional de Cultura 1996 (1996), Premio Nacional de Periodismo (1995). Doctor Honoris Causa de Utepsa (2003) y Grand Prix Humanitaire de France- Medalla de Oro (2004).

2000
En verso
Con el nuevo siglo se estrenó como novelista. Editó Los gorriones del barrio. Tenía 69 años y el temor de no terminar su segunda novela. Escribió cinco más: Que Dios lo tenga donde no estorbe (2003), Empate a tres (2005); El ingenioso hidalgo don Quijote de La Guardia (2007), Retrato de un canalla (2008) y Dos mujeres (2010).

6.13.2016

Falleció Pedro Rivero Mercado y su partida enluta el periodismo boliviano

Adiós maestro y director del Diario Mayor

Pedro Rivero Mercado
 
Acompañado de su familia y tras una prolongada enfermedad, el director de EL DEBER, Pedro Rivero Mercado, falleció la madrugada de este lunes 13 de junio en Santa Cruz de la Sierra. Fue periodista, empresario, embajador y presidió casi todas las instituciones cruceñas. El pueblo cruceño llora su partida

              SENTIDO PÉSAME
A nombre de los periodistas de Bolivia expresamos a la familia Rivero Jordán y a todos los colegas de El Deber nuestro más sentida condolencia por el fallecimiento de don Pedro Rivero Mercado, estimado director del Diario Mayor y maestro de varias generaciones de periodistas del país.
Recordaremos con mucho cariño a Don Pedro por su permanente apoyo a las organizaciones gremiales de periodistas y por su inclaudicable defensa de la libertad de prensa e información. Sus reflexiones serenas y puntuales sobre el acontecer nacional expresadas en los editoriales de El Deber nos dejan enseñanzas valiosas a los periodistas nacionales.
Su contribución al periodismo nacional fue innegable, porque transformó EL DEBER y lo ubicó como el diario de mayor circulación nacional gracias a su modernización en cuanto a empresa, tecnología, diseño gráfico, estilo y lenguaje.

Paz en su tumba!
 
 
Daniel Castro      Ronald Grebe
Vicepresidente     Presidente
ANPB

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